1/04/2006

Haiku Radiológico
Perspectivas. Boletin Imágenes, Asociación Colombiana de Radiología 2001; 7(6):4.

El Haiku es un breve poema japonés de diecisiete sílabas, cuya técnica tiene su origen en los siglos XV y XVI en el Renga, de la religión Zen Budista. Se escribe en tres líneas, cada una con cinco y siete sílabas, aunque algunos permiten salirse de esta norma. El haiku es un poema corto, sin rima, que suele mostrar dos imágenes contrastantes, una de tiempo y lugar, y la otra, una observación. La relación entre las dos evoca un estado de ánimo y una emoción, que el poeta deja sin análisis para que el lector pueda concluir. Para algunos puristas, el género exige que estos poemas discurran en el ámbito de las estaciones.
Como lo ha dicho Mario Benedetti, «encerrar en diecisiete sílabas una sensación, una duda, una opinión, un sentimiento, un paisaje, y hasta una breve anécdota» puede comenzar como un juego, pero suele terminar siendo un desafío. Se ha sugerido aplicar la metodología Haiku a la técnica fotográfica, con propuestas visuales en las que se juega con la composición para lograr una imagen simple y poética. Si la radiología se basa en sombras y contrastes, ¿por qué no un Haiku radiológico?

Haiku Röntgen*

Berta, tu mano
vi huesuda, otoñal
y transparente.



* El ocho de noviembre de 1895, el profesor Wilhelm Conrad Röntgen, rector de la Universidad de Wurzburgo, hace un importante descubrimiento científico: una misteriosa emanación capaz de mostrar las partes invisibles de la mano, como sus huesos, a la vez que no deja ver las que se observan a simple vista, como la piel. Convencido que al revelar este fenómeno podía ser considerado como un loco, concentró todos sus esfuerzos en confirmar la presencia de estos rayos, a los que llamó X, por su naturaleza desconocida. No descansó hasta obtener la prueba definitiva: un registro fotográfico de la mano de su esposa Anna Bertha.
Aunque hacer la primera radiografía jamás tomada de una persona le significó al profesor Röntgen la evidencia de que no estaba alucinando, la visión de sus propios huesos fue para su esposa una aterradora experiencia, casi una premonición de la muerte.
El 10 de diciembre de 1901, se organizó la primera ceremonia de entrega de los premios instituidos por el científico y filántropo Alfred Bernhard Nobel, como reconocimiento a la “mayor contribución en beneficio de la humanidad” en diferentes áreas. Por su descubrimiento, Wilhelm Conrad Röntgen fue galardonado con el primer premio Nobel de Física, el cual recibió de manos del Príncipe de la Corona de Suecia, en el Gran Salón de la Academia de Música, en Estocolmo.



Haiku definitivo

después del final
quedan sólo recuerdos
y ganas de más.
© Mario Bonilla, 2001.

EN TIEMPOS DE MUERTE


En tiempos en que la vida era mucho más simple, se empleaban enormes esfuerzos en perpetuarla, aún después de la muerte. Es el caso de Ramsés el Grande, cuyo cadáver embalsamado fue enviado por un viaje Nilo arriba, para permitir a todos los súbditos de su inmenso imperio el despedirse del rey, antes de reposar en la que sería su tumba. Hay relatos de multitudes paradas a orillas del río, meses después de su muerte, llorando y desgarrándose sus vestiduras, aún tratándose de un monarca al que probablemente nunca vieron; simplemente sabían de su existencia.
Lo interesante es que miles de años después, cuando sabemos que la vida es mucho más compleja, la muerte sigue teniendo el mismo misterio y nos sigue afectando mucho más a los vivos que a los cadáveres. Aunque la sintamos más o menos cerca, sabemos de ella a diario, y podemos aceptarla o no, fácil o no tan fácilmente como lo habríamos anticipado. En tiempos de muerte hay dolor, pero también puede haber consuelo, o incluso regocijo por los buenos recuerdos y por la expectativa de una nueva vida después de la que se acaba.
No importa cómo tomemos la muerte, siempre estaremos buscando motivos para dudar acerca de nuestra reacción a ella: no lloré lo suficiente, no mantuve el suficiente control, no alcancé a expresar lo que sentía, expresé excesivamente mis sentimientos, no alcancé a decirle...
Cada reacción es solamente eso: una reacción, y depende de muchas cosas de nuestro pasado y de nuestro presente, así que siempre va a estar justificada.
Siempre la muerte ha dolido lo suficiente, y nos seguirá doliendo lo necesario.




Y como dijo el poeta (Jaime Sabines. Recuento de Poemas 1950/1993 © Editorial Joaquín Mortiz, S.A. de C.V. 1997, Planeta Colombiana Editorial, S.A., 1999.) :

«Dejé mi cadáver a la orilla de la carretera y me vine llorándome...» ©Jaime Sabines, 1967.


«¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos! ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la faz de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente:¿por qué lloras?
Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la caja, le introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron? ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O porqué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlo a un río?
Habría que tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.»
©Jaime Sabines, 1967.



«La procesión del entierro en las calles de la ciudad es ominosamente patética. Detrás del carro que lleva el cadáver, va el autobús, o los autobuses negros, con los dolientes, familiares y amigos. Las dos o tres personas llorosas, a quienes de verdad les duele, son ultrajadas por los cláxones vecinos, por los gritos de los voceadores, por las risas de los transeúntes, por la terrible indiferencia del mundo. La carroza avanza, se detiene, acelera de nuevo, y uno piensa que hasta los muertos tienen que respetar las señales del tránsito. Es un entierro urbano, decente y expedito.
No tiene la solemnidad ni la ternura del entierro en provincia. Una vez vi a un campesino llevando sobre los hombros una caja pequeña y blanca. Era una niña, tal vez su hija. Detrás de él no iba nadie, ni siquiera una de esas vecinas que se echan el rebozo sobre la cara y se ponen serias, como si pensaran en la muerte. El campesino iba solo, a media calle, apretado el sombrero con una de las manos sobre la caja blanca. Al llegar al centro de la población iban cuatro carros detrás de él, cuatro carros de desconocidos que no se habían atrevido a pasarlo.
Es claro que no quiero que me entierren. Pero si algún día ha de ser, prefiero que me entierren en el sótano de la casa, a ir muerto por estas calles de Dios sin que nadie se dé cuenta de mí. Porque si amo profundamente esta maravillosa indiferencia del mundo hacia mi vida, deseo también fervorosamente que mi cadáver sea respetado.»

©Jaime Sabines, 1961.






El Proyecto via cruxis


© Aníbal J. Morillo. Texto reproducido, con autorización, de
Universitas Médica 2000; 41(4): 207-209.

A los ojos del radiólogo, todos somos iguales. Atenuamos los haces de rayos X en forma similar, pues estamos hechos de las mismas cuatro densidades básicas; todos reflejamos las ondas de sonido -o las de radio- de igual manera. Esta visión aparentemente amplia puede ser también muy limitada a la hora de ver a nuestros pacientes en forma global. Como le sucede a otros especialistas, a veces los radiólogos nos olvidamos de que examinamos personas, no órganos aislados, vísceras ni extremidades.
Por eso, es posible que hagamos referencia a nuestros pacientes según la “parte” de ellos que más nos haya impactado, ya sea desde el punto de vista clínico o de diagnóstico por imagen: dejan de llamarse Pedro, Juan o María, para conocerlos como el hígado graso, el melanoma o la fractura. Sus nombres y apellidos pueden ser tan complejos como los de gran alcurnia: el viejito de la cuatrocientos ocho y el carcinoma T3B, o adquirir dimensiones místicas o mitológicas, como El Señor de los Abscesos y La Señora del Pie Caído.
Como un homenaje a esos pacientes anónimos, presento aquí algunas de sus partes, realzadas artificialmente, para recordarnos que su belleza no radica solamente en su colorido, sino en el hecho de que se trata de personas, que responden al nombre de, tienen señales particulares y sufrimientos reales. Con un mínimo esfuerzo, podemos hacer que su paso por nuestras manos no sea un verdadero vía crucis.


El proyecto via cruxis
Muestra de Arte Radiográfico

Manipulación, composición y realce digital de estudios radiográficos simples.

Número Uno

Ofrenda

Cara a Cara*

Manos*

Pasión Acuática

Playa Hueso*

Mi Espejo y Yo*

Milagro Pedestre sobre Mar Rojo

El proyecto via cruxis (detalle)

Uno, Dos, Tres

Corona Irradiada

Playa Hueso (Nocturno)*

Soy tu Pierna

Torso in Blue

Lavatorium*

El Proyecto Via Cruxis *


Anexo: Soy tu pierna (relato breve de Mario Bonilla**)

-Soy la fuente de la vida-, exclamó el extremo inferior del torso, con cierto tono antipático,
-dentro de mí nacen las ilusiones y la esperanza. No los necesito.
Los brazos replicaron que sin ellos no podría cargar sus ilusiones, las manos recalcaron su papel en las caricias, los pechos resaltaron su función recreativa y nutricional, el hígado señaló su control sobre el humor, el riñón habló de su función purificadora, el corazón mencionó su carácter vital.
Los nervios sugirieron templanza, las tripas insinuaron prudencia, la pupila dio alguna luz al anotar que se movían.
El cráneo, con moderación, tomó la vocería del grupo, e interrogó al pedestal que los cargaba.
- ¿Y tú, quién eres? ¿A dónde me llevas?
-Soy tu pierna. Cada parte de ti es también parte de mí. Tú me nutres, me das tu humor y tus caricias. Me purificas, me das calor, eres mi carácter vital. Sin tu voz, me invade el tedio, sin tu peso, pierdo mi equilibrio y tropiezo. Sobre mí te apoyas, sobre mí te llevo.
¿A dónde quieres ir?





*Con autorización de Universitas Médica 2000; 41(4): 207-209.


**seudónimo anagramático